Inscrito en la historia del arte colombiano, tanto por mérito como por derecho propio, Armando Villegas es un caso excepcional. No sólo transita con solvencia por la abstracción y la figuración, sino que en una y otra subyacen y afloran los signos inconfundibles de su apego a las tradiciones precolombinas de su nativo Perú, asumidas por el artista como constancia irrevocable de su identidad. Afín a la vanguardia de los cincuenta, Villegas es pronto reconocido como uno de los primeros artistas abstractos del continente. Se trata “de un diálogo entre tradición y ruptura… de un trabajo que se resiste a las fórmulas definitivas”, como anota Óscar Collazos en el ensayo que abre este libro. La potencia inagotable del artista le impide circunscribirse a una sola forma de expresión, a una sola técnica, a una sola temática. ¿El resultado? Una obra inagotable por la que armónicamente transitan dibujos, óleos, óleo mixta, esculturas, objetos escultóricos, murales, collages y obra gráfica.