'Al rato se ven destellos entre el agua lodosa, aunque ya se sabe que no son de oro sino de pirita. El oro aparece de forma mucho más lenta, como una mancha amarilla en el fondo de la batea. Una vez recogido el oro, Amed tuesta con cuidado en una sartén caliente el pequeño montón que ha emergido de todo ese lodo, para quemar un poco más la escoria. Luego lo almacena en un sobre hasta que más tarde, ese mismo día, llegan los compradores'.