La cotidianidad es un cuerpo que agoniza es un conjunto de relatos que nos pintan la vida cotidiana en toda su llaneza, pero también en toda su belleza insospechada, llevándonos con naturalidad hacia historias con un realismo exuberante, donde los personajes se desenvuelven con espontaneidad y franqueza; abordando las cuestas de la vida con alegría o melancolía, según sea el caso, siempre demostrando que se puede vivir apasionadamente incluso la situación más baladí.

Destaca la narración en primera persona, que implica una suerte de confesión, de sinceridad con el lector, y dota a los cuentos de un matiz íntimo, especialmente cuando los personajes tienen que lidiar con la censura, la soledad, la incomprensión de sus familias o la necesidad de un amigo que los escuche sin juzgarlos, incluso amándolos más en su fragilidad. Esto se hace especialmente interesante cuando los relatos abordan personajes gais que cuestionan a la sociedad en la que viven, simplemente existiendo como les es natural, aunque los desamores y la discriminación sigan nublando el horizonte.

El autor logra consolidar una escritura contundente, meditada, que revela un proceso de creación que ha implicado reescribirse, releerse y autocorregirse desde la palabra más concreta hasta la idiosincrasia misma de los relatos, lo que le permite abordar con soltura temas tan dispares como la crítica de la religión y otras costumbres impuestas durante la infancia, la música entrañable, los recuerdos de seres queridos ausentes, un amor truncado por morales añejas, una conversación de terraza a la sombra de sustancias psicoactivas, entre otros.