Eternos emigrantes es un libro escrito en el escenario del cosmos, desde el origen del universo hacia lo que sigue después de nosotros. La tierra allí no se ve mayor que un minúsculo grano de arena y el tiempo de la vida tampoco va más allá del ínfimo instante. Curiosamente el hombre, por supuesto más allá de su mera presencia física, es el emigrante eterno que está de paso en esta tierra; pero la tierra no es su casa verdadera. Somos peregrinos, viajeros incesantes, marineros del espacio que asumimos un cuerpo como morada transitoria… Vista así, la poesía vuelve a su función originaria de búsqueda del mito. Este mito en particular es el producto de la muerte de Dios en las garras de la ciencia. El poeta es el huérfano de Dios que busca desesperado en los escombros de la historia de las religiones y en las fantasías de la ciencia misma una morada que lo arranque del vacío, un paisaje interior que lo abrace, que lo acoja, que lo salve…