Los grandes virajes de la historia siempre han impulsado la creatividad. Así sucedió en Rusia: el remezón, que se produjo en los años noventa y redundó en el colapso de la Unión Soviética y del sistema político que pervivió por décadas a pesar de los múltiples embates, marcó todas las esferas de la vida intelectual y dejó una impronta imborrable en las bellas letras. El panorama literario de esos tiempos es impactante por la abundancia y diversidad de tendencias artísticas, modos de crear, transformación total del papel del escritor y del tipo del lector, prodigioso caleidoscopio de géneros, flexibilidad de sus dominios, caudal enriquecido en estilos y temas. El cambio único de parámetros estéticos, ideológicos y morales movió a dar más prioridad a lo genuino del talento literario, a su capacidad de crear una obra producto de una imaginación singular, inconfundible y sin par ni parangón, que plasme concepciones de la vida asombrosamente distintas.