«Los campesinos, a quienes había sido vedada toda posibilidad de influjo en el gobierno de su propio destino y de los destinos del país, encontraron en las diversas escalas del nuevo poder establecido por La Violencia la oportunidad de ascender». «Su decisión de tomar las armas y colocarse al lado de los oprimidos partió en dos la historia de la Iglesia Católica en América Latina. Fue una acción espontánea; Camilo no se puso a calcular el grado de novedad o de radicalismo que suponía su postura. Se podría decir, incluso, que cargar un fusil iba en contra de su carácter, por temperamento ?y por formación. Camilo era un hombre pacífico conciliador. Pero se mostró fiel a su más profunda convicción: de que el cristianismo bien entendido suponía la creación de una sociedad justa e igualitaria».