Ramón Molinares reivindica el concepto de fraude para escribir una novela regocijante. Tiene como protagonista a un estudiante sin recursos que decide, ante la necesidad de su subsistencia y los apremios del amor, experimentar una manera de vivir a partir de la suplantación. La vida toda es una gran mentira, conducta hereditaria que -disfrazada de virtud- se hace necesaria para la supervivencia de la humanidad, desde el comienzo de los tiempos. Nuestros ancestros utilizaban la mentira para formar grupos de poder, manipular a los demás, y sentir que se era útil o atractivo. Eso nos hace pensar que las mentiras no son reprobables cuando hacen felices a sus destinatarios, otorgando validez a esta cadena de imposturas que se desarrollan en secuencia motivada, y que inicia por el deseo de pasar una noche tranquila en la cama de un hotel. Desde entonces se desata una cadena de fraudes, con eslabones tan fuertes, que no se podrán romper durante toda una vida. A partir de allí, las secuencias, envueltas en el celofán de la ficción, terminan por anticipar que esos actos que se suceden, como en una gran obra teatral, son el legado visible de un mundo en constante ebullición. El papel de Molinares es el de acomodar esos haceres como historias propias en cuerpo ajeno. Para ello interroga sobre una clara e identificable línea de fuego, cuenta, recuerda y escribe, con esa meticulosidad que le es característica, brindando ese aire de renovación y frescura que se desprende de la alta gama de su nutrido universo literario.