Pacho Castro era un hombre sencillo, del pueblo, y tenía la manía de mascar panela y chupar confite. Hasta que un día Zoilo Sinisterra, un muchacho muy inquieto y necio de la comunidad, quien estaba convencido que aquello de la Maldición de viejo, era un asunto pasado de moda, que a él no le llegaba ni a los pies. A Zoilo le dio por proponerle a Pimpa, su compañero de juegos, que le pidieran al tío Pacho un pedazo de panela. Pimpa se negó a hacerlo, puesto que su mamá le pegaba, sabía la gravedad de molestar a los mayores. El tío Pacho llegó a la Iglesia y se dirigió hacia la imagen de San Antonio de Padua. Se postró de rodillas y le oró pidiéndole una limosna, puesto que ya no podía más con su pobreza. Cuando oyó una voz que decía: ¡Sino pa´ mascá panela y chupá confite que te la doy! A Pacho Castro se le congeló la sangre, de pensar que el Santo le estaba hablando. Cuando escuchó que debajo del anda salía un ruido, y que luego una sombra se perdió en la oscuridad de la noche. Años más tarde, Zoilo Sinisterra muere en el departamento de Risaralda, de un balazo en la cabeza, pero nadie sabe por qué o quién lo mató.